EL HACEDOR DE LLUVIA

14.12.2023

La historia del Rainmaker es fundamental para entender como podemos fluir cuando entramos en el espacio interior.

Esta historia está basada en un suceso vivido por Richard Wilhelm, el primer traductor importante del I Ching. Wilhelm paso la mayor parte de su vida como ministro evangélico en China, orgulloso del hecho no haber convertido ni a un solo chino.

El hecho que relata esta historia ocurrió antes de la Primera Guerra Mundial cuando Wilhelm estaba visitando un pequeño pueblo en el Norte de Porcelana.

CG Jung tomo esta historia como paradigma del poder sincrónico del trabajo interior para efectuar cambios en el exterior que la ambición y la agresión nunca podrán lograr.

                                                                                         

Wilhelm visito un pequeño pueblo en la region de Kiao Tchou en China en julio o agosto que padecía sequía. Desde hacia varios meses no caía una gota de lluvia y la situación era catastrófica. Los aldeanos hacían todo lo que podían. Los católicos hicieron procesiones, los protestantes elevaron sus plegarias, los chinos quemaron incienso y dispararon sus fusiles para espantar a los demonios de la sequía. Los chamanes yacían desnudos al sol para llamar a los espíritus de la lluvia. Nada funciono.

Los ancianos de la aldea se reunieron consternados y decidieron que lo único que podían hacer ya era llamar a un Rainmaker. Escribieron un pequeño mensaje y lo enviaron por tren a las montañas circundantes. Al de tres días regreso el tren con un hombrecito anciano y magro. Los ancianos se reunieron para darle la bienvenida y le ofrecieron todos los regalos que la aldea pudo reunir. Un hermoso ritual, túnicas, muchos petardos, todo el dinero que tenían y, muy probablemente, sus hijas.

- Hacerme una pequeña cabaña a las afueras del pueblo - respondió el hombrecillo. Ponerme un cuenco de arroz frente a la puerta tres veces al día.

- ¿Eso es todo? - preguntaron los ancianos.

- Si, eso es todo.

La cabaña se monto rápidamente. El hombrecito entro y cerro la puerta. El arroz desaparecía con regularidad. No paso nada. Tres días después empezó a llover. Luego nevó,  en una época del año donde no era previsible y en cantidad abundante. 

Cuando el cielo se despejó los aldeanos estaban locos de alegría cantando y celebrando.

El hombrecillo salió de la cabaña, saludo y tranquilamente se dirigió al anden del tren. A diferencia de los aldeanos Wilhelm estaba observando. Se acerco al hombrecillo en la estación de tren y después de una cortes reverencia le pregunto:

- Honorable señor, ha sido asombroso. ¡Has hecho que llueva! ¿Cómo lo has hecho?

-Nadie puede hacer llover - respondió el hombrecillo.

-Pero llego la lluvia, en serio, ¿Que has hecho?

-Sabes - respondió el hombrecillo - es muy sencillo. Donde vivo, arriba en la montaña, vivimos en Dao. Cuando necesitamos sol, el sol llega. Cuando necesitamos lluvia, la lluvia llega. Pero la gente aquí está loca, están fuera del Dao. Cuando vengo aquí también me vuelvo loco igual que ellos. Así que entro en la cabaña y aguardo tres días hasta que vuelvo a entrar en el Dao. Y por supuesto vuelve la lluvia. Yo no lo hice. Solo pasa.


Cuando las personas conectamos con nosotras mismas evitamos las influencias limitantes y enloquecedoras del ruido exterior. Cada vez que renunciamos a nuestras certezas  simplemente nos abrimos al camino del Dao. Nosotros somos ese hacedor de lluvia.

Haz tu trabajo interior con confianza desapegándote del resultado. Mágicamente y en su momento llegara la lluvia.